Cuidando lo que va a estar contigo toda la vida


 

 

enfermerachEl sistema inmune posee un amplio sistema de defensas que puede desplegarse ante el peligro de una enfermedad: los llamados leucocitos polimorfonucleares, linfocitos, monocitos, células dendríticas y anticuerpos solubles pueden enfrentar a “agentes extraños”, entre los que se encuentran las células tumorales.

Para ello es necesario “educar” al sistema inmune, que necesita reconocer la diferencia entre las células normales y las de cáncer. Esta educación se realiza a través de las vacunas antitumorales.

En su composición, la vacuna antitumoral tiene dos elementos fundamentales. Por un lado contiene células de melanoma muertas por irradiación y, por el otro, una sustancia denominada GM-CSF, compuesto químico que tiene la propiedad de atraer hacia el sitio de vacunación, un tipo de glóbulos blancos claves para la defensa del organismo: las células dendríticas, las más importantes del sistema inmune porque estimulan la producción de defensas específicas en los ganglios linfáticos. También se agrega un factor inflamatorio potente, la BCG, para incrementar el estímulo local donde se inoculan las células irradiadas.

Así, atraídas por el GM-CSF, las células dendríticas (cuya misión es atrapar a los antígenos que ingresan al organismo) llegan al sitio de vacunación y, una vez allí, fagocitan a las células tumorales irradiadas, con los antígenos característicos del melanoma.

Luego de "digerir" y "analizar" esas proteínas del "invasor", las células dendríticas viajan hacia los ganglios, donde les enseñan lo que aprendieron a otras células especializadas del sistema inmune para que sepan reconocer y atacar el desarrollo del tumor, eliminando las células tumorales residuales.